lunes, 12 de octubre de 2009

HETEROSEXUALIDAD OBLIGATORIA Y EXISTENCIA LESBIANA.

“-La historia, la solemne historia real, no me interesa casi nada. ¿ Y a usted?
-Adoro la historia..
-¡Qué envidia me da! He leído algo de historia, por obligación; pero no veo en ella nada que no me irrite o no me aburra: disputas entre papas y reyes, guerras o pestes en cada página, hombres que no valen gran cosa, y casi nada de mujeres, ¡es un fastidio!”

JANE AUSTEN

Y Victoria dijo “...Los hombres inventaron la guerra porque ellos no pueden sangrar cada 28 días… sin morirse…”

Todo lo que sigue fue tomado del Ensayo “Heterosexualidad Obligatoria y Existencia Lesbiana” de Adrienne Rich esta dedicado a todas las mujeres con quien he compartido especialmente a Victoria a Ana Karen y a mi hermana, a propósito de nuestra última plática.


“…Los consejos que los hombres profesionales de la salud dan a las mujeres, especialmente en los ámbitos de la sexualidad, en el matrimonio, la maternidad y los cuidados infantiles, se han hecho eco de los dictados de la economía de mercado y del papel que el capitalismo ha necesitado que ejecuten las mujeres en la producción y/o reproducción. Las mujeres se han convertido en consumidoras de diversas curas, terapias y juicios normativos en distintos periodos (incluyendo la obligación de las mujeres de clase media de encarnar y preservar el aspecto sagrado del hogar: la mitificación “científica” del propio hogar. Ninguno de los consejos de los “expertos” ha sido ni especialmente científico, ni diseñado para las mujeres; ha reflejado necesidades masculinas, fantasías masculinas sobre mujeres y el interés masculino en controlar a las mujeres-particularmente en los campos de la sexualidad y la maternidad- en conjunción con las exigencias del capitalismo industrial.”

“En la mística del super-poderoso y conquistador impulso sexual masculino, del pene-con-vida-propia, tiene su origen la ley del derecho sexual masculino sobre las mujeres, que justifica, por un lado, la prostitución somo supuesto cultural universal y que defiende, por otro, la esclavitud sexual dentro de la familia basándose en la premisa de la “intimidad familiar y la singularidad cultural”. El impulso sexual masculino adolescente, que , como les enseñan a las chicas y a los chicos jóvenes, una vez que se dispara no puede responsabilizarse de sí mismo ni aceptar un no como respuesta, se convierte, según Barry, en la norma y explicación de la conducta sexual masculina adulta; una característica del desarrollo sexual incompleto. Las mujeres aprenden a aceptar como natural la inevitabilidad de este “impulso” porque lo reciben como dogma. De ahí, la violación conyugal, de ahí el desequilibrio de poder, tanto psicológico como económico, entre marido y mujer, jefe y trabajadora, padre e hija, profesor alumna. El resultado de la identificación con lo masculino significa: asumir los valores del colonizador y participar activamente en ellos llevando a cabo la colonización de una misma y la del propio sexo… La identifiación con lo masculino es el acto mediante el cual las mujeres sitúan a los hombres por encima de las mujeres, ellas mismas incluidas, en cuanto a credibilidad, categoría e importancia en la mayoría de las situaciones, sin tener en cuenta la calidad comparativa que las mujeres puedan aportar a la situación…La interacción con mujeres se percibe como una forma menor de relación a todos los niveles.”

“Teniendo en cuenta el desarrollo sexual incompleto que se entiende como normal en la población masculina, y teniendo en cuenta la cantidad de hombres que son canallas, proxenetas, miembros de bandas, esclavistas, funcionarios corruptos que participan en este tráfico, propietarios, operarios, empleados de burdeles y de establecimientos de habitaciones y de diversión, proveedores de pornografía, asociados con la prostitución, agresores de mujeres, corruptores de menores, autores de incesto, clientes de trabajadoras sexuales y violadores, una no puede evitar quedarse momentáneamente asombrada ante la enorme población masculina dedicada a la esclavitud sexual de las mujeres. El gran número de hombres dedicados a estas prácticas debería de provocar una declaración de emergencia internacional (Así como la de la influenza. Nota mía), una crisis respecto a la violencia sexual. Pero lo que debería ser razón de alarma, se acepta, en cambio, como relaciones sexuales normales…”

“El supuesto de que la mayor parte de las mujeres son heterosexuales de forma innata permanece como un obstáculo teórico y político para el feminismo (por eso creamos el lesbianismo feminismo). Continúa manteniéndose como un supuesto en parte porque la existencia lesbiana se ha escrito fuera de la historia o se la ha catalogado como enfermedad, ó se le ha tratado como excepcional más que como intrínseca, porque reconocer que, para las mujeres, la heterosexualidad puede no ser una “preferencia” en absoluto sino algo que ha tenido que ser impuesto, gestionado, organizado, propagado y mantenido a la fuerza es un paso inmenso a dar si te consideras heterosexual de “forma innata” y libre (aquí vale la pena la aclaración, porque nunca falta quien haga hincapié respecto a la reproducción, una cosa es relacionarte sexualmente para procrear un nuevo sujetito o sujetita, y otra es hacer toda una historia previa y posterior a este “hecho”). Sin embargo no analizar la heterosexualidad como institución es como no admitir que el sistema económico llamado capitalismo o el sistema de castas del racismo se mantienen por una variedad de fuerzas, entre las que se incluyen tanto la violencia física como la falsa conciencia.”

Así pues…”La existencia lesbiana comprende tanto la ruptura de un tabú como el rechazo de un modo de vida obligado. Es, también un ataque directo o indirecto contra el derecho masculino de acceso a las mujeres. Pero es más que esto, aunque podamos empezar percibiéndola como una forma de rechazo al patriarcado, como un acto de resistencia. Ha incluido, por supuesto, el aislamiento, el odio hacia una misma, la crisis nerviosa, el alcoholismo, el suicidio, y la violencia entre mujeres, y la existencia lesbiana se ha vivido sin acceso a conocimiento alguno de una tradición, una continuidad un entramado social. La destrucción de los registros, de los recuerdos y de las cartas que documentan las realidades de la existencia lesbiana ha de ser considerada muy en serio como la forma de mantener la heterosexualidad obligatoria para las mujeres, ya que lo que se ha mantenido lejos de nuestro conocimiento es tanto la alegría, la sensualidad, la valentía y la comunidad, así como la culpa el autoengaño y el dolor. A las lesbianas se nos ha privado históricamente de existencia política al incluirnos en una versión femenina de la homosexualidad masculina. Igualar estas dos existencias sólo porque las dos están estigmatizadas, es borrar la realidad femenina una vez más. Yo percibo la experiencia lesbiana como algo que, al igual que la maternidad, es una experiencia profundamente femenina, con opresiones, significados y potenciales concretos que no podremos comprender mientras nos limitemos simplemente a agruparla con otras existencias sexualmente estigmatizadas.

“Si las mujeres somos la fuente inicial de cuidado emocional y crianza física tanto para las niñas como para los niños, parecería lógico, al menos desde una perspectiva feminista, plantear las siguientes cuestiones: si la búsqueda de amor y de ternura por parte de los dos sexos nos lleva originalmente hacia las mujeres; por qué iban las mujeres a variar la dirección de esa búsqueda; por qué la supervivencia de la especie, el medio de fecundación y las relaciones emocionales/eróticas se habrían identificado entre sí tan rígidamente; y por qué unas ataduras tan violentas se consideran necesarias para imponer a las mujeres la totalidad de su lealtad emocional y erótica y su servilismo hacia los hombres. Kathleen Gough enumera ocho características del poder masculino en sociedades arcaicas y contemporáneas que yo querría utilizar como marco “la capacidad de los hombres de negarles a las mujeres la sexualidad, ó de imponérsela (la negación psicoanalítica del clítoris por ejemplo); de dirigir o explotar su trabajo para controlar el producto; de controlar o apoderarse de sus hijos e hijas; de confinarlas físicamente y prohibirles el movimiento; de usarlas como objetos en transacciones entre hombres; de obstaculizar su creatividad o de arrebatarles amplias áreas del conocimiento social y de los logros culturales.”

“Dada la naturaleza y la amplitud de las presiones heterosexuales –la ctidiana “erotización de la subordinación de las mujeres” yo cuestiono la perspectiva más o menos psicoanalítica de que la necesidad masculina de controlar sexualmente a las mujeres sea el resultado de un primigenio “miedo a las mujeres” masculino, y de la insaciabilidad sexual de las mujeres. Parece más probable que los hombres realmente teman no que se les impongan los apetitos sexuales de las mujeres o que las mujeres quieran ahogarlos y devorarlos, sino que las mujeres sientan por ellos sólo indiferencia, que a los hombres se les permita el acceso sexual, emocional –y por lo tanto económico- a las mujeres sólo en las condiciones dadas por las mujeres, dejándolos, así en la periferia de esa matriz”

“La “heterosexualidad obligatoria” fue considerada uno de los crímenes contra las mujeres por el Tribunal Internacional de Bruselas de Delitos contra las Mujeres en 1976.”

¿Cómo explicar tanta y tanta y tanta violencia?

¿Por qué el feminicidio?

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